miércoles, 9 de marzo de 2011

"El conejito ambicioso"

En el centro de un frondoso y verde bosque, había una villa donde vivían simpáticos animalitos. Patos, puercos, monos, ratones, conejos, venados y muchas otras especies vivían en paz y hermandad trabajando juntos para cuidarse entre ellos y cuidar el lugar donde vivían.

Había un conejito en especial llamado Pepito, quién siempre miraba con envidia a cualquier amiguito que tuviese alguna cosita que él no poseía. Su mamita que notaba este comportamiento tan negativo siempre le decía: “Hijo querido, no siempre podemos tener todo lo que queremos, pero debemos estar agradecidos por lo que si poseemos y sobretodo por vivir en una comunidad tan buena, rodeados por buenos amigos. La amistad es el tesoro más valioso, porque si tienes buenos amigos, nunca nada te faltará” pero Pepito no le daba importancia a las enseñanzas de su madre y siempre estaba pensando en cómo conseguir las cosas que tenían sus amiguitos.

Llegó el día en que Pepito debía comenzar a asistir al colegio. Habían muchos compañeritos de su edad con quién jugar, pero él no pensaba en eso. Un simpático puerquito se sentó junto a él . Pepito notó que el lechón tenía una deliciosa y roja manzana de colación, en cambio, el conejito estaba cansado de comer zanahorias todos los días y envidiaba al puerquito por tener esa exquisita manzana . Entonces, Pepito ideó un plan para conseguir lo que quería . Le dijo al puerquito: “Hola, me llamo Pepito, ¿quieres ser mi amigo?”. El cerdito se puso muy feliz ya que pensaba que le costaría hacer amigos en el colegio y le respondió de inmediato que si . Pepito al ver el entusiasmo del pequeño puerquito por querer ser su amigo, aprovecho la ocasión y le dijo “Bueno, si quieres que sellemos nuestra amistad y seamos los mejores amigos, tienes que regalarme esa manzana para demostrarme que tu amistad es verdadera” . El puerquito no dudó en entregarle la rica manzana a Pepito a pesar que él se quedaría sin colación . A la hora del recreo, salieron todos los animalitos corriendo al bosque para jugar. El puerquito quería divertirse también y se dirigió de inmediato a donde estaba Pepito quién estaba sentado en un tronco disfrutando la manzana . Pepito lo miró fríamente y le dijo: “¿Crees que voy a jugar contigo? Eres un puerco feo y cochino, ya no hay nada que quiera de ti . Tú fuiste el tonto por regalarme tu exquisita manzana”. El puerquito se alejó llorando del lugar . Al otro día no asistió al colegio .

Un nuevo día de clases llegaba y Pepito sin sentir culpa alguna se acercó a una linda ratita que tenía como colación un sabroso y gran trozo de queso . A ella también le propuso amistad, la cuál debía ser sellada con el regalo del queso . La ratita que era muy buena y amistosa, le entregó su colación al conejito, el cual al momento del recreo le dijo: “No quiero jugar contigo. No seré amigo de una miserable rata con una cola tan fea” . La ratita se sintió muy mal y volvió a la sala muy triste .

Durante ese mismo recreo y no satisfecho con el gran trozo de queso que el conejo le había quitado a la pobre ratita, Pepito observó a su compañero el mono, que tenía una dulce banana . El conejito pensó “esa banana será un fantástico postre” y se acercó al simio que estaba a punto de devorar su merienda . Pepito le ofreció amistad a cambio de la fruta . El mono accedió y le regaló la banana a Pepito, quién al recibirla de inmediato le dijo “Eres un mono ridículo y peludo, ¿quién querría ser tu amigo?”. El mono al escuchar esto, arrebató enojado la banana de las manos de Pepito . En ese momento sonó la campana para volver a clases y todos los animalitos regresaron . El conejito sintió ganas de ir al baño por lo que se demoró en llegar. Cuando entró a la sala, todos los compañeritos lo miraron fríamente. Pepito pensó que seguramente el mono les había contado lo sucedido, pero no importaba, pues ya se les pasaría el enojo .

Al día siguiente a la hora del recreo, todos los pequeños salieron al bosque . Pepito corrió para ver cuál sería su próxima víctima, pero al salir se encontró con todos los animalitos, incluso el puerquito y la ratita, sentados juntos sobre un hermoso mantel cuadrillé. Cuál fue su sorpresa al ver que en el mantel habían deliciosos manjares: pasteles, frutas, quesos y leche en abundancia. Todos los compañeritos estaban compartiendo sus colaciones. Pepito entusiasmado fue al lugar de la merienda pero cuando estaba a punto de sentarse, todos sus compañeros lo miraron con desdén . El puerquito se levantó y le dijo: “Tú no puedes estar acá porque esta es una merienda para compartir con los amigos, y tú no eres amigo de nadie . ¿Quién querría ser amigo se un conejo tan egoísta y ambicioso como tú?

El conejito Pepito se sintió muy mal al ser excluido así y lo que es peor, sintió en carne propia lo que le había hecho a los demás. Llegó llorando a su casa. Por fin entendía las sabias palabras de su madre. Toda la clase había protegido al puerquito, a la ratita y al mono, hicieron causa común con ellos. De eso se trataba la amistad, de saber compartir, de entregar cariño sin pedir nada a cambio ni usar a los demás para el beneficio propio. Pepito lo había comprendido de una forma muy amarga. Lloró toda la noche por lo malo que había sido, pero su madre estaba ahí para consolarlo .

Al salir el sol, el pequeño conejito se levantó muy desanimado a pedirle a la mamá coneja que lo dejara faltar al colegio ya que estaba muy avergonzado . Llegó al comedor y vio sobre la mesa una gran canasta con muchas zanahorias de su propio huerto que tenían colgando un papelito el cuál decía “discúlpame”. Pepito miró a su mamá que le dijo: “Hijo, te equivocaste enormemente, pero todos cometemos errores. Lo importante es saber pedir disculpas y estar arrepentido de corazón”. Pepito decidió asumir su error y hacer lo correcto en esta ocasión . Llegó antes que todos sus compañeros y dejó una zanahoria en cada puesto. Cuando llegaron los animalitos, se encontraron con esta sorpresa. Pepito se paró en frente de todos y les dijo: “Es un pequeño gesto en compensación a mi mal comportamiento. Espero que puedan disculparme y ahora ser amigos de verdad”. Sus compañeros al ver al conejito tan triste y avergonzado, se acercaron a él para darle una mano amistosa o una palmadita simpática en la espalda en señal de perdón. El puerquito, el mono y la ratita se acercaron también y le dijeron que ahora estarían felices de ser sus amigos .

Pepito se alegró mucho y desde ese día se convirtió en el mejor amigo de todos . Fue tan buen amigo, que ese mismo año lo eligieron como el mejor compañero de la clase y nunca más sintió envidia, pues ahora tenía el tesoro más grande: Amistad Sincera .

~FIN~

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